¿Fiesta de la democracia?

ABRAHAM A. RASGADO GONZÁLEZ

A pesar de las advertencias de una contienda inequitativa (el acceso a medios de uno de los candidatos y su dispendio de dinero fue determinante) y de que en los medios de comunicación y en el Instituto Federal Electoral (IFE) nos abrumaron con un mensaje de impoluta democracia, la “fiesta”, que devino en una depravación electoral, está gestando una crisis mayúscula en el sistema electoral, político y económico de México.

A todas luces esta “democracia” no camina, ya vimos que desde antes de celebrar cualquier elección, la decisión ya fue tomada por un pequeño grupo de barones que zarandean según su antojo a su empresa de nombre México. El fraude, como se advirtió desde tiempo atrás, se comenzó a cometer cuando una televisora emprendió la construcción de una candidatura propia. Como bien dijo el semanario alemán Der Spiegel, Enrique Peña Nieto fue el candidato idóneo para eso: parece un personaje salido de una telenovela, con una sonrisa indeleble, intelectualmente débil; esto es, un político completamente manipulable. ¿Por quién? Por quien lo impuso, principalmente Televisa. Las irregularidades, francamente delincuenciales, se estuvieron mostrando durante todo el periodo de campaña: compra de votos, acarreos y coacción del sufragio, encuestas totalmente amañadas (para generar una percepción de invencibilidad de Peña Nieto, e, incluso, Milenio —en su versión de periódico y en televisión, sirvió para generar esa percepción— ya salió a decir que sus encuestas, que daban una ventaja de casi 20 puntos porcentuales a EPN, estaban mal, pero el daño ya está hecho), el dinero sucio que se denunció en Estados Unidos y que se dijo provenía del crimen organizado, y que utilizó el PRI en su campaña, la guerra sucia en medios de comunicación, etc. Todo eso pasó inadvertido para el IFE, ese otro monstruo que debe desaparecer. Y el argumento de siempre será: sí, el PRI hizo trampa, pero los demás también hicieron. En ese sentido, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), doctamente, dictaminará: como todos hicieron fraude, entonces compitieron en igualdad de condiciones; en lugar de argumentar: si el PRI hizo fraude, se debe anular (pues fue quien más se benefició) y si los demás partidos también hicieron trampa, mayor razón para invalidar las elecciones, pues fue fraude en demasía. Asimismo, el magistrado presidente del TEPJF, Alejandro Luna Ramos, dijo que las impugnaciones sólo servirán para avalar el fraude (aunque no lo dijo así, pero es lo que se interpreta de sus palabras), ya que, como se impugnó y el tribunal federal electoral resolverá que la elección fue válida por las razones antes expuestas (fraude de todos, fraude equilibrado), entonces se dirá que la coalición de partidos de izquierda tuvo su oportunidad y no la hizo valer en tribunales. Entonces, triste democracia tenemos en México, que premia al más tramposo y culpa al que sufrió la trampa, “por no cometer fraudes más eficaces”. Una moral política totalmente corrompida. Como era de esperarse, Televisa se convirtió en el gran elector, asumió el papel de autoridad electoral el 1 de julio por la noche, ya que, con sus encuestas amañadas, dio como ganador a Enrique Peña Nieto; inmediatamente salieron todos los demás a hacer comparsa: doña Josefina dijo que está bien, gracias por participar; Gabriel Quadri, lo mismo dijo, y ambos exigiéndole a AMLO que ya aceptara su derrota; luego vino Felipe Calderón a decir que todo está bien y que el próximo presidente será Peña Nieto (amor con amor se paga, casi le dijo), pronto vino el IFE (todo totalmente invertido, ya que el que salió al último es el que debió salir primero) a confirmar lo que los demás ya se habían puesto de acuerdo en decir. Y luego, con actitudes de estadista, salió el siempre sonriente Peña Nieto a pavonearse de su triunfo no confirmado aún, y dijo, como un político más con un lenguaje político bastante ordinario y de uso corriente: “fue una fiesta de la democracia”. Así, sin más, pretendió mediáticamente sellar su imposición. Por supuesto, los comentaristas de Televisa continuaron su andanada de formación de percepciones para confirmarle a los priístas lo que creyeron durante toda la campaña con sus encuestas pagadas: EPN siempre sí fue invencible, y para desanimar a los que vieron un proceso fraudulento: no hay nada que hacer. Pero, afortunadamente, salieron los jóvenes a decir: este proceso no fue democrático e intentarán con sus instituciones podridas revestirlo de legalidad, y lo impediremos. Este país ya no necesita reformas y “parches” (como dijo Héctor Aguilar Camín), lo que este país necesita es una sacudida: el IFE ya no funciona, es un gigante presupuestario que en nada ayuda a organizar unas elecciones libres y democráticas. ¿Por qué? Porque las premisas están puestas al revés. Creemos que yendo a votar se pondrán las bases para construir la democracia, cuando deberíamos luchar por poner las bases primero y asegurarnos condiciones mínimas de democracia para, ahora sí, poder salir a votar. Un proceso totalmente inequitativo tratarán de usarlo como argumento para decir: ya se votó, respeten los resultados, aunque esa votación en nada refleje el sentir de la nación. ¿Fiesta de la democracia? Fue un orgía de ilegalidades.

 

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