Cada quien su luna.

 

Hay palabras que de tanto guardarlas se me han perdido, y  para no perderlas  ni  perderme he vuelto a mi luna, esa que me salva del extravío, que es mi personal oasis, mi madero en el naufragio. Y,  heme aquí de nueva cuenta para contar, para compartir, para estar presente a través de la palabra escrita, tatuaje visible del lenguaje. Sea pues este espacio un reencuentro contigo y conmigo luego de una  temporal ausencia.

 

Confieso, si, confieso que soy analfabeta digital, que mi brecha con la sociedad de la tecnología es amplia y poco es mi interés por adentrarme en ella. Lo básico, para mí es suficiente, lo elemental me suena a necesario y hay términos y funciones  que desconozco totalmente, atajos por los que no transito.

Confieso también, que me incomodan las falsas bondades de la tecnología cuando de comunicación y relaciones se trata, y aún cuando hago uso de ellas a través de las llamadas redes sociales, de los mensajes y llamadas en el celular, prefiero y añoro las conversaciones persona a persona, los recaditos escritos en cualquier infortunado trozo de papel y las tertulias para hablar de uno y de todos sin lap top o tablet de por medio.

 Confieso además, que las cartas con simple tinta y perfumado papel me siguen pareciendo el medio más romántico y efectivo para despertar amores y pasiones, por cierto, creo  más duraderos que los actuales considerando el tiempo en que tardábamos en enterarnos los unos, de los sentimientos de los otros.

Pero que importa cuál sea mi relación con la tecnología, para eso están los expertos,  hackers se les llama, los que hacen del teclado una extensión de sus manos y de sus neuronas las amigas perfectas del cerebro digitalizado que puedan tener enfrente. La principal relación, la que cultivo, la que cuido, es la que llevo conmigo misma. Prefiero ser analfabeta digital que emocional, porque sé que mi relación con la alteridad, es producto  de la forma como me escuche, me conozca, me respete y me quiera.

Por eso creo que esta sociedad, la no virtual, debe atender y entender los sentimientos, esos que rigen nuestras emociones y que no podemos ni debemos  negar ni reprimir, esos que no se minimizan con un clic  cual página no deseada, que no desaparecen con un “enter” y tampoco se eliminan  ipso facto con una función específica.

 A ellos (los sentimientos) hay que aprender a: efectivamente sentirlos, vivirlos y utilizarlos como “radar” para saber ante qué o ante quienes somos vulnerables, qué o quién nos produce felicidad, tal vez ira o tristeza, qué o quienes generan bienestar o malestar en nuestra vida. En la medida en que seamos capaces de conocer y manejar lo que sentimos, en esa medida será más fácil encontrar respuestas y salidas ante todo tipo de situación y ante todas las personas con las que convivimos.

No olvidemos que convivir es: vivir en compañía de el otro, la otra. Y eso hay que aprenderlo, aún no hay un software o programa incluido al nacer. Se hace necesario entonces el manejo óptimo de sentimientos y emociones para establecer una buena relación y comunicación con quienes nos rodean, no olvidando, lectores y lectoras que la mejor relación y comunicación debemos mantenerla con uno mismo.

 Hasta aquí mis letras , ahora tomo prestadas las de la escritora Poblana Ángeles Mastretta para despedirme, hasta la próxima (espero sin tantas lunas de por medio).

«Yo me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima, ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contradecida. Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir mis arrebatos. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas. Y nada abreviaré que deba sucederme, ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días.» Ángeles Mastretta.

 

María de los Ángeles Martínez Romero

De profesión docente, de vocación amante de la vida y la palabra.

maestreta@gmail.com    http://cadaquiensuluna.blogspot.com/

 

 

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