Juchitán, Oaxaca. 29 de abril del 2013
El enfrentamiento entre coterráneos, entre vecinos, entre hermanos ya se está dando, pero, ¿Será el derramamiento de sangre el próximo paso en esta vorágine de caos, de anarquía, de vacío de poder? Tal parece que ese será el desenlace. Qué otra cosa se puede pensar cuando somos testigos día a día de esta mezcla explosiva de violencia, abuso, impunidad y prepotencia por un lado, y desesperanza, injusticia, rabia y desamparo por el otro. Nunca como ahora la ley ha sido letra muerta. Nunca como ahora, la línea divisoria entre autoridades y delincuentes ha sido más confusa, nunca como ahora, las complicidades habían sido tan claras. Hemos vuelto a la barbarie.
Los asaltos, las amenazas, la extorsión, los asesinatos, los despojos e invasión de tierras a particulares, a instituciones -como el Tecnológico y el COBAO- e incluso, a tierras federales es cosa cotidiana, como lo es la impasibilidad y/o complicidad de las autoridades responsables, pero además, y más preocupante, la apatía de la sociedad ante estos hechos. Las víctimas tienen que llorar a solas su rabia y desamparo, sin una mano solidaria, sin un vislumbre de justicia.
México es un Estado fallido, reconozcámoslo. Un proyecto de nación que ha fracasado. Juchitán, como muchos otros lugares de la república, es un clarísimo ejemplo.
Al pueblo: pan y circo, decían los gobernantes romanos. Pero, aquí lo que tenemos es PAN, PRI, PRD, PT, PARTIDO VERDE, PANAL, CONVERGENCIA, ETC. La puesta en escena de una farsa que permite la perpetuación de los poderes fácticos mediante una simulada democracia. Lo único que han logrado es la democratización de la violencia y la injusticia. En el caso particular de Juchitán, merece una mención especial en estos logros deleznables, la COCEI. En lo que se refiere al otro pan, del que hablan en la cacareada “Cruzada Nacional Contra el Hambre”, ese, está cada día más lejano de las mesas de los juchitecos, pues estamos viviendo un colapso económico, un proceso de pauperización acelerado consecuencia del clima de descomposición social que he señalado. Y en este circo no somos los espectadores, somos quienes han sido lanzados indefensos a la arena para enfrentar las fauces de las bestias.
Es época de elecciones, y nuevamente, pero ahora de manera más salvaje y violenta (incluso con armas), se está despojando de sus tierras a legítimos propietarios. No importa si son terrenos en la periferia, cercados con alambre de púas o están dentro del casco urbano, bardeados y con candados, las hordas entran y se apropian con violencia del patrimonio de las familias. Necesidad de vivienda, aducen los cabecillas, cuando el verdadero propósito es la creación de feudos dentro de una ciudad o un
Estado para tener una posición de fuerza desde la cual garantizarse una repartición de los beneficios del poder corrupto. Se han apropiado de los espacios públicos en beneficio de sus incondicionales. Han fomentado el caos y la violencia vial a través de concesiones de transporte público sin orden ni planeación. Controlan el manejo irresponsable de la basura en perjuicio de la salud pública, a través de sindicatos creados a conveniencia. Y sigue un largo etcétera que haría esta denuncia demasiado larga, y quisiera centrarme en el punto más importante:
Qué sigue en Juchitán: ¿Sangre fratricida? ¿Y habrá responsables? O todo quedará en arreglos de escritorio a conveniencia de las complicidades.
Habría que ver cuáles son las responsabilidades que tiene cada uno de los cacicazgos que han surgido en Juchitán en los años recientes pues en su pugna por el control político y social nos han arrastrado a este clima de ingobernabilidad y caos. A ojos vistas, aunque no los únicos, saltan los nombres y familias de Mariano Santana y López Nelio, Héctor y Gloria Sánchez, Alberto Reyna, Leopoldo de Gyves, Alfredo Dorantes en la colonia Mártires. Ellos han sido y algunos siguen siendo promotores de este desorden ya sea de manera personal o a través de sus operadores. Algunos fueron rebasados y ahora han sido invadidos por quienes, ante la inacción de las autoridades y una vez aprendido el método, actúan por cuenta propia y se han convertido en hordas contrarias a sus feudos. (Es el caso de Héctor y Gloria Sánchez a cuyo padre le acaban de invadir sus tierras, así como de los Gurrión quienes después de haber invadido terrenos federales a un costado del Tecnológico al amparo del poder y para beneficio familiar, ahora les invadieron un predio en pleno casco urbano). Yo creo que hay responsabilidades compartidas entre los viejos y nuevos cacicazgos que se han venido consolidando en Juchitán, tocaría a las autoridades fincar responsabilidades, pero como hay un vacío de poder y de aplicación de la ley, yo pediría a los aludidos que se deslinden si es posible y fijen una posición clara ante la ciudadanía, pero con hechos no con palabras.
El sábado pasado, ante la amenaza de invasión a un predio propiedad de mi madre –de 88 años de edad- me entreviste, en compañía de mi hermano Mario López, con el diputado federal Roberto López Rosado, quien por cierto también ha enfrentado un juicio por despojo de tierras, para externarle algunas de las cosas que aquí planteo. El dijo no avalar esos métodos y ofreció resguardar por unos días a través de su organización, CDP, los predios de mi hermano y mi madre, pero que no podría impedir una invasión a la larga. Ante eso le solicité que fijara públicamente su posición y que como representante ciudadano de nuestro distrito expusiera nuestras preocupaciones ante la tribuna de la cámara de diputados a la vez que fijara su posición ante el drama que se vive en esta ciudad. Me prometió que así lo haría. Espero, Roberto, el cumplimiento de tu palabra. Hazlo por Juchitán.
A los precandidatos a la presidencia municipal también tenemos que exigirles que fijen su postura.
Del presidente municipal, ya ni hablamos, nada más falta que ahora se presente como víctima y quiera encabezar un movimiento de despojados.
Sr. Gobernador, -¿puedo llamarle aún así?- por omisión o por inacción, usted también será responsable de lo que se avecina en Juchitán. Hace un mes escaso, le pidieron una audiencia los propietarios de tierras amenazadas por invasores. Entiendo que se les prometió actuar de inmediato para poner un alto a esta injusticia. Varios de ellos ahora han engrosado la lista de despojados y usted brilla por su indiferencia. Hay una irritación generalizada en la población, existe en la calle un pulso que no es el de la calma precediendo a la tormenta, es de miedo ante lo peor. Porque de manera soterrada, aunque cada vez más abierta, hay gente que habla de hacer justicia por mano propia, hay gente que habla de armarse. ¿Hasta dónde piensan probar la paciencia de la gente, y hasta dónde llegara ésta? No lo sé, pero están jugando con fuego en medio del polvorín.
Yo no soy creyente, pero a quienes lo sean, les pido: Rueguen por todos nosotros, inclúyanme, porque si existe, sólo Dios podría ampararnos.
GUSTAVO LÓPEZ HERNÁNDEZ.
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