•Más de 22 mil personas llenan la Rotonda de la Azucena en sus dos presentaciones; etnias de las ocho regiones de Oaxaca presentan a México y al mundo lo mejor de su cultura.
•El Gobernador Gabino Cué Monteagudo y su esposa Mané Sánchez Cámara de Cué participan en la festividad cultural más grande de América Latina.
Es tarde de lunes y la magia de las 14 delegaciones participantes en la Guelaguetza vespertina, cautivan a un público expectante y entusiasmado por disfrutar de las costumbres y tradiciones de las ocho regiones del estado, que con cada baile, demuestran porque la fiesta de Oaxaca es considerada la máxima expresión folclórica y cultural de América Latina.
En punto de las 17: 00 horas, la representante de la Diosa Centéotl, Dulce Grijalva Martínez –de la delegación de San Pablo Villa de Mitla- hace nuevamente su aparición en el auditorio del Cerro del Fortín para encabezar la edición vespertina de esta festividad, iniciada un 25 de abril de 1932, como un homenaje de las regiones por los 400 años de la fundación de la ciudad de Oaxaca de Juárez.
Al igual que en la edición matutina, el Gobernador Gabino Cué Monteagudo, acompañado de su esposa Mané Sánchez Cámara y su hija Mané Cué, se suman a este festejo y desde el palco b, disfrutan junto al pueblo de Oaxaca de los bailes, canciones, ritos, sones y algarabía de las ocho regiones del estado.
Pese a la presencia de un sol brillante, el Auditorio Guelaguetza lució abarrotado y el ánimo de cada uno de los asistentes no decayó en ningún momento. Emocionadas, más de 11 mil personas, coreaban y acompañaban con aplausos cada una de las piezas dancísticas, que con gran entrega y orgullo ofrecen los pueblos de Oaxaca al mundo.
La Canción Mixteca, el Jarabe Mixe, La Sandunga y el Jarabe del Valle, dieron vida al Cerro del Fortín que por 12 meses esperó la llegada de hombres y mujeres de las diferentes etnias y razas.
Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina, luciendo sobre sus cabezas canastas floreadas multicolores, fueron las encargadas de abrir la fiesta para después dar paso a la delegación de San Pedro y San Pablo Ayutla Mixes, quienes llenaron de aplausos el otrora llamado Cerro de la Azucena con la interpretación magistral de su Jarabe Mixe.
Enseguida, es el turno de Asunción Ixtaltepec, que presenta sus Festividades a la Virgen de la Asunción de María; con cadenciosos movimientos, mujeres bailan en honor a su santa patrona y hacen un homenaje a la inspiración de Jesús «Chu» Rasgado.
Llega el turno de San Andrés Solaga, con su boda solagueña, donde se narran las costumbres ancestrales de esa comunidad de la Sierra Norte para llevar a cabo un matrimonio.
Es el turno de Santo Tomás Ocotepec, quienes mantuvieron a los asistentes a la expectativa con su Baile de la Aguja, en el que la bailarina principal debe buscar con los ojos cerrados una aguja que ha sido colocada entre el público, guiándose únicamente por el sonido de un violín.
La región de los Valles Centrales nuevamente se hace presente con Santo Tomás Mazaltepec, que ofrece a oaxaqueños y visitantes su Fandango Zapoteco. Tepache, poleo y copal son distribuidos entre los asistentes como símbolo de amistad.
En esta segunda emisión de la fiesta más grande de América Latina, la Heroica Ciudad de Tlaxiaco también se presentó trayendo consigo la nostalgia de la canción mixteca, que se mezcla con la perfecta coordinación y agilidad de jóvenes que cautivan con los sones y jarabes de esta tierra tres veces heroica.
Es momento de conocer a la Compañera del Chinanteco, presentada por Santo Tomás Ocotepec, donde se narra el ritual ancestral para preparar las tortillas características de esta comunidad.
“Soy el hombre de Oaxaca, el que suda en el trabajo un agua de esperanza y el que se une a la danzas de todos los estados, con una mano fraternal para la patria” se escucha en el recinto, mientras ágiles guerreros de San Jerónimo Tlacochahuaya bailan la Danza de la Pluma, con un penacho tricolor que enamora con su porte y gallardía.
Con su salto de energía retratan un pasado de historia de nuestro México: El encuentro de La Malinche, Hernán Cortés y Moctezuma, el noveno emperador azteca.
Juchitán, mujeres vestidas de flores, avanzan altivas hacia el centro del escenario, llevando en lo alto el estandarte de San Vicente Ferrer. La gente aplaude impresionada por la belleza de los huipiles que elaboran mujeres zapotecas descendientes de binigulaza.
La sangre chatina de hombres y mujeres de Santa Catarina Juquila hace su arribo, con sus chilenas tradicionales y acompañadas del “torito”, que engalana las fiestas patronales.
“Malagueña, malagueña, quien te manda a ser bonita, que hasta a mi me comprometes”, dice el verso que acompaña el ritmo de los jóvenes de la costa de Oaxaca.
La entrega de las ofrendas al público asistente por parte de las delegaciones -conocida como Guelaguetza- genera una gran emoción y alegría entre las personas, que ansiosas alzaban los abrazos para alcanzar alguno de estos obsequios traídos desde las regiones para ser otorgados a los pueblos hermanos.
Se escuchan las notas musicales, que anuncian la llegada de la delegación de San Juan Bautista Tuxtepec y una lluvia de aplausos inundan el auditorio para recibir a las hermosas mujeres tuxtepecanas con su Flor de Piña.
Adornadas con huipiles bordados a mano, con finos hilos y un arcoíris de color, llevando al hombro una piña y pie descalzo, las 32 mujeres se mecen sonrientes al compás de la alegre canción, levantando vivas y provocando admiración a los asistentes.
El grito airado de los hombres de Pochutla, provoca la expectativa de quienes conocen el picaresco humor de la costa oaxaqueña. Agitando los sombreros de palma, hacen su arribo los integrantes de esta delegación, que vigorosamente zapatean dejando ver el brío de la tierra caliente de Oaxaca.
Con una lluvia de fuegos pirotécnicos y el tradicional Son Calenda se despidieron las delegaciones participantes en el primer Lunes del Cerro.
Luces multicolores iluminaron la fiesta de las 16 etnias de Oaxaca, que como todos los años se reúnen en el escenario del Auditorio Guelaguetza para convivir, hermanarse y exponer lo mejor de sus costumbres y tradiciones.
Las sonrisas, aplausos y canciones de casi 11 mil personas reunidas en el Auditorio Guelaguetza cerraron con broche de oro la primera parte de esta fiesta, la más importante, la mayor ofrenda de Oaxaca y su gente para el mundo.
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