Por David Brooks, corresponsal
Nueva York. El conflicto inédito entre el alcalde de Nueva York y el departamento de policía metropolitana más grande del país, expresado en actos de protesta de los guardianes de la seguridad pública, se ha vuelto en una crisis política con implicaciones nacionales.
Al fondo de todo esto están las políticas y prácticas policíacas que han detonado protestas masivas sobre la violencia e impunidad oficial que han sacudido al país durante los últimos meses, y que han resucitado el tema de la justicia y los derechos civiles al centro del debate nacional.
Por segunda semana, los uniformados están expresando su repudio contra el alcalde Bill De Blasio, no sólo al darle la espalda en eventos públicos sino en actos de tortuguismo en sus labores diarias.
Según las cifras semanales más recientes, el número de multas para infracciones de “calidad de vida” (o sea, delitos menores) y por infracciones de estacionamiento se han desplomado por más del 90 por ciento. A la vez, sólo se emitieron 347 citatorios criminales en la ciudad, comparado con 4 mil 77 en la misma semana, hace un año y el número de arrestos se redujo a la mitad.
Líderes de los gremios de policías (oficiales uniformados, sargentos y detectives) dicen que estas acciones no son por órdenes de ellos, sino que son ideas entre sus filas que se han vuelto “contagiosas”. Además, afirman que la seguridad pública no está en peligro, y que toda emergencia es atendida.
Pero no ocultan su desprecio por el alcalde. Pat Lynch, dirigente del gremio más grande de policías (PBA) reiteró que “los problemas empezaron en la alcaldía” y no con la policía.
Esta semana, su gremio difundió una publicidad que declara que la disputa es resultado de “políticos con sus propios intereses y comentaristas cínicos” y que los “verdaderos neoyorquinos” han sido solidarios y “trabajarán con nosotros para proteger nuestra ciudad y hacer que rindan cuentas todos aquellos que han promovido el odio y violencia contra agentes de policía”.
Unas semanas antes, el gremio envió a sus filas un comunicado público declarando “no dejes que insulten tu sacrificio” junto con un documento donde policías podían solicitar que el alcalde De Blasio no asista a “tu funeral en el evento de que seas muerto en la línea del deber”.
“Llamen a esto lo que es: una coordinada e imprudente escalada de una guerra entre los gremios de policía y el señor De Blasio y un secuestro de las políticas de seguridad pública por aquellos que no las determinan”, afirmó el New York Times en un editorial esta semana, criticando que esto solo exacerba las tensiones en la ciudad.
Acusó que las policías que rehúsan cumplir con sus tareas y muestran su desdén están “dañando el orden social”, y que si los comandantes de la policía no pueden obligar a los elementos a cumplir con su trabajo, el alcalde debería considerar sustituirlos.
El conflicto empezó con la percepción por los uniformados de que De Blasio endosaba las olas de protesta contra la brutalidad policíaca que se han realizado en ésta y varias ciudades más en los últimos meses, nutridas por furia ante casos de afroestadunidenses desarmados, muertos por policías y la impunidad de estos actos dentro del sistema judicial.
Dirigentes policíacos se quejaban que De Blasio estaba nutriendo un “ambiente hostil” contra la policía por indicar que simpatizaba con los manifestantes, y que por tener un hijo mitad afroestadunidense, entendía personalmente algunas de las razones de estas expresiones de protesta.
Pero con el asesinato de dos policías en Brooklyn, por un individuo inestable, el 20 de diciembre, estas quejas se volvieron condenas. El dirigente del gremio más grande de la policía acusó ese mismo día que el alcalde “tiene sangre en sus manos”, ya que su actitud había ayudado a fomentar la ola de odio contra la policía generando un clima que ponía en riesgo a los oficiales.
De Blasio rechazó, el día de ayer, presiones de dirigentes de los gremios policíacos, algunos políticos y medios locales para disculparse por su manejo de este asunto durante los últimos meses, y declaró que ya se ha discutido todo esto, pero que es hora de sentarse juntos y “resolver diferencias”, y llamó a “proceder hacia delante”.
Poco después, su jefe de policía William Bratton se reunió, por segunda vez, con líderes de los diferenes gremios. Pero el dirigente del gremio policíaco, Lynch, salió de esa reunión declarando que “lo que deseamos es que existiera un líder en la alcaldía”.
A la vez, algunos policías indican que mientras entienden las causas de las protestas, esperarían que el alcalde les mostrara apoyo y respeto por sus difíciles tareas cotidianas para “proteger” esta ciudad. Un policía afroestadunidense comentó que la policía es injustamente acusada por la comunidad de implementar políticas que ellos no definen.
Por lo tanto, indicó que los manifestantes deberían de responsabilizar a los políticos que giran las órdenes, y no sólo a los que tienen que cumplirlas.
En Nueva York, la estrategia anti-crimen de Bratton, algo llamado ventanas rotas es una continuación de las políticas de seguridad aplicadas desde principios de los noventa (de hecho, Bratton fue el jefe de la policía de Rudolph Giuliani en ese tiempo) y se centra en la idea de que la persecución intensa de delitos menores reduce y controla el crimen grave.
Sin embargo, un alto número de policías y líderes comunitarios critican la estrategia porque implica multar y arrestar por violaciones menores y de manera constante a la población, sobre todo en sectores pobres y de color, algo que no lleva a una “buena relación” con la comunidad.
Mientras tanto, ningún comandante o jefe policíaco ha condenado el patrón de abusos violentos e impunidad de policías en este país.
La cúpula política aún no ofrece respuestas contundentes a las demandas del movimiento detonado inicialmente por la muerte de un joven estadunidense desarmado en Ferguson, Missouri, por un policía blanco, y después por otros incidentes (notablemente la muerte de un afroestadunidense ahorcado en Nueva York por policías que le aplicaron una llave violatoria de las normas policíacas) y la no presentación de cargos contra los responsables.
Más bien, casi cada día, existen más que nutren la ira contra la violencia oficial. En el caso de Tamir Rice, el niño afroestadunidense de 12 años de edad que fue baleado a fines del año pasado por policías en un parque en Cleveland, porque pensaban que su arma de juguete era real.
Un video difundido este jueves muestra cómo los mismos agentes tiraron al suelo, esposaron y subieron a una patrulla a su hermana de 14 años quien había corrido hacia ellos para ver qué ocurría mientras su hermano sangraba sin que los policías intentaran atenderlo.
No son casos aislados. En promedio, según cálculos de datos oficiales, dos hombres afroestadunidenses no armados mueren a manos de la policía cada semana.
Publicación original: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/01/08/conflicto-entre-de-blasio-y-policia-de-ny-termina-en-crisis-politica-3463.html
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