Recuperan violín de Macedonio Alcalá

Oscar Rodríguez

 

Investigadores y especialistas en materia de conservación de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), lograron rescatar y recuperar el violín amarillo del músico Macedonio Alcalá, compositor de la celebre pieza musical “Dios Nunca Muere”, que se encontraba desaparecido desde hace medio siglo.

El instrumento fue localizado dentro de un viejo baúl, localizado en una bodega del viejo edificio de la escuela de Arte, declamación y música de Oaxaca, hoy la sede de la facultad de Bellas Artes de la institución educativa.

El director de vinculación de la institución Luis Omar Santiago Hernández, indicó que la familia del celebre músico, decidió donar el instrumento a la tutela de la universidad que se perdió en un tiempo siendo recuperado en fecha reciente.

Para distinguir el violín amarillo, se dejo notar en una carta de donación que el instrumento cuenta con una mancha de tinta y sus cuerdas son de tripa de gato.

Junto con el violín fueron también cedidas las composiciones musicales y partituras que creo con su talento Macedonio Alcalá, que están elaboradas a mano.

En el mismo baúl se localizo el violín de su hermano José Alcalá que hoy están guardado en una urna, bajo resguardo de las autoridades universitarias.

Afirmo que una vez colocadas en la urna se busco ofrecerle un tratamiento de conservadores para evitar su deterioro con el tiempo y por el ambiente.

Anunció que el próximo año habrá una gira por todo el estado de homenaje para exhibir el instrumento musical, que no ha perdido con el tiempo su acústica, buscando que los mejores talentos musicales del país puedan ejecutar las creaciones musicales creadas por el celebre Macedonio. Alcalá.

El instrumento fue creado en 1950 y fue realizado según las especificaciones que pidió el propio músico Macedonio Alcalá al fabricante.

De acuerdo con autoridades de la UABJO, fue el 17 de enero de 1950 cuando los hermanos Esperanza Alcalá y José Joaquín Alcalá, realizaron el acto de donación del violín amarillo y las dos partituras de su abuelo don Macedonio Alcalá a la institución y al gobierno de Oaxaca.

En la carta se expresa que la entrega se realiza sin expresiones especulativas o exhibicionista, sino como una muestra de agradecimiento y afecto a la sociedad y al pueblo oaxaqueños, que con tanta veneración recuerdan el nombre de aquel músico que, próximo a empnrender el viaje sin retorno, prodigó el último brote de su genio en un vals que, andando el tiempo, había de ser para todo oaxaqueño su himno regional, “el Dios nunca muere”.

Se lee en la carta:

“Aunque la donación es simbólicamente a Oaxaca, se pensó que el establecimiento docente oficial mas indicado para la conservación y custodia de estas reliquias era su Escuela de Música y Declamación, por lo cual es nuestro expreso deseo que ellas pasen a formar parte de su patrimonio, y que, solo en el caso de supresión o clausura definitiva del Plantel, dichos objetos vayan a ocupar un lugar en el Museo del Estado.

La relación de hechos conectados con la adquisición, identificación y posesión familiar del viejo instrumento y los manuscritos, es la siguiente:

A fines del año 1867 y por causas de diversa índole, el Maestro Macedonio Alcalá se vio obligado a emprender un viaje a las Mixtecas. Abandonó esta ciudad natal en compañía de su esposa, la señora Petronila Palacios de Alcalá (no Ana Luisa como se ha asentado erróneamente), y de sus pequeños hijos José, Ignacio y soledad.

Es interesante hacer notar que este viaje se cita en los ensayos biográficos que sobre la personalidad de Macedonio Alcalá realizaron, en 1917 el entonces estudiante del Instituto Genaro V. Vásquez, y en 1920 el ya desaparecido compositor y musicógrafo Oaxaqueño Arcadio Ortega Domínguez,

La pobre caravana quedó mutilada en la población de Yanhuitlán, de donde la esposa era nativa, la cual permaneció allí con sus hijos en tanto que el compañero de su vida continuó solo, adentrándose en las regiones que poblaran los descendientes del guerrero que en místico combate derrota al sol.

Desgraciadamente, la fatalidad siguió a todas partes a quien después fuera abuelo nuestro, y así, hacia octubre o noviembre de 1868, volvió ya muy enfermo a Yanhuitlán, de donde continuó el retorno de Oaxaca en compañía del mayor de sus hijos, José, a la sazón de once años de edad. Imposibilitado en absoluto para trabajar y agravándose sus padecimientos de día a día, murió en un estado vecino a la miseria el 24 de agosto de 1869, en una casa situada al costado del Templo de las Nieves, exactamente la que hoy es número 85 de la Avenida Morelos.

Pasaron los años, y ya en las postrimerías del siglo pasado, el entonces joven abogado y después provo y conocido Notario Público oaxaqueño Don Juan Varela, fué nombrado Juez de Primera Instancia para el Distrito de Juxtlahuaca. Allí fue informado de que años atrás y a su paso por esa población, el compositor Macedonio Alcalá, seguramente atenaceado por la necesidad, había dejado rematado o pignorado un violín que llevaba durante su desafortunada gira.

Don Juan Varela, antiguo discípulo de Don Nabor Alcalá y violinista aficionado, adquirió el instrumento con todas las reservas del caso. Afortunadamente, a su vuelta a Oaxaca, el violín fue reconocido como de haber pertenecido a su antiguo compañero Macedonio Alcalá por dos músicos de su tiempo, ambos de absoluta idoneidad: los Profesores Don Cosme Velásquez y Don Manuel María Monterrubio. La identificación se basó en las características del instrumento, en su marca grabada al parecer a fuego o con alguna tinta indeleble, y por una mancha, de sangre o tinta, que aún puede observarse cerca de una de las «efes».

El Lic. Varela conservó algunos años su adquisición, hasta que, hacia 1908 ó 1909, lo obsequió a nuestro padre, el compositor y violinista José Alcalá, quien lo poseyó hasta su muerte, acaecida el 27 de junio de 1915. A partir de esa fecha, el violín tantas veces citado quedó bajo el cuidado de nuestra madre, fallecida hace diez años, siendo aún en vida de ella cuando nació la idea de cederlo a Oaxaca; después de su deceso, pasó a nuestras manos.

Se trata de un violín relativamente corriente, aunque de factura europea; su marca, «Plumerel», no es ni con mucho de las que pertenecen a los siglos de la gran época de la «lutherie» italiana, cuyos modelos tratan de imitar los constructores de hoy en día. Ello, no obstante, persona conocedora nos ha asegurado que el instrumento tiene más de cien años.

En lo que respecta a los manuscritos, estos fueron encontrados en un antiguo álbum de piezas para piano, diversos compositores del segundo tercio del siglo pasado.

Al fallecer por los años de 1880,-1881 los Profesores Nabor y Bernabé Alcalá, los archivos musicales de ambos pasaron a poder de su sobrino José, que para entonces ya había terminado sus estudios violinísticos en el Conservatorio Nacional de Música. Fue éste quien seguramente mandó encuadernar las copias sueltas para formar el álbum. A su muerte, acaecida como ya se dijo en 1915, tocó en suerte al suscrito revisar y catalogar su biblioteca, siendo hasta entonces cuando nos dimos cuenta de la existencia de esas dos composiciones de nuestro abuelo Don Macedonio Alcalá.

Una de ellas es un vals del corte de los de su época, es decir, de partes, constando de cinco de ellas, sin introducción ni Coda, un tanto rico en modulaciones y en el cual abundan las tonalidades mayores. Está escrito en papel que pudiéramos llamar de lujo por los detalles ornamentales que a tintas dorada y azul enmarcan las aputas. En el anverso de la primera hoja se lee la dedicatoria: «Wals por Macedonio Alcalá y dedicado al señor Don Roberto Maqueo. En el día de su cumple años. Oajaca, junio 7 de 1866.»

Se ha considerado como autógrafo este manuscrito porque no es lógico suponer que el autor haya confiado hacer el duplicado del original a un copista tan poco escrupuloso en su gráfica musical y con una caligrafía rayana en lo detestable. En cambio, da la impresión de algo hecho a vuela pluma, acaso una improvisación trasladada al papel pautado con todas las lcencias, convencionalismos y aún descuidos que se permiten los compositores cuando tratan de captar violentamente el fruto de su inspiración.

Por el contrario, el segundo manuscrito acusa evidentemente ser una copia hecha con detenimiento. Se trata de una Danza. En el anverso se han empleado grandes caracteres que dicen: «Danza por Macedonio Alcalá. Oajaca, marzo 9 de 1866.» La música ocupa una sola página y está escrita con un «punto» que denota firmeza y cuidado de parte del copista. La pequeña danza está escrita en Si Bemol Mayor y tiene una introducción de cuatro compaces.

Debemos aclarar que ni remotamente tenemos la creencia de que al ceder estos manuscritos hayamos

dado a conocer obras que por su mérito artístico agiganten la personalidad de Don Macedonio Alcalá. Quizás el músico erudito y exigente las encuentre defectuosas o ayunas de inspiración. Sin embargo, estamos seguros de que el crítico cederá el puesto al emotivo, al recordar la obra que hiciera célebre al autor.

Ciudadano Gobernador, Oaxaqueños:

Aceptad el presente que tenemos el honor y la satisfacción de haceros, y ojalá que el cariño con que por tantos años hemos conservado estas reliquias, sea renovado y acreciente ahora que váis a custodiarlas y quedan bajo el cielo que nos vio nacer.

Oaxaca, enero 17 de 1950.

José Joaquín Alcalá.

Esperanza Alcalá..

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