“París deja más preguntas que respuestas”, artículo de Jacobo Dayán

por Jacobo Dayán / ARISTEGUI NOTICIAS

 

Ya se esperaba, después de varias amenazas y diversos reportes de inteligencia, el horror llegó de nuevo a occidente. Se esperaba en Francia, fue en París. En años pasados lo fue Nueva York (11S), Madrid y Londres, recientemente en Túnez, Egipto, Turquía y Líbano.

En las últimas semanas se han atacado a rusos en Egipto (más de 220 muertos en presunto ataque a un avión), una marcha por la paz en Turquía (cerca de 100 víctimas), a chiítas en Líbano (más de 40 muertos) y ahora fue París (más de 120 asesinados, la cifra podrá crecer), todos ellos enemigos frontales del autodenominado Estado islámico (EI).

La conmoción global llegó hasta que la violencia tocó occidente, puede no ser moralmente aceptado pero es normal que los medios se centren en lo noticioso, lo cercano, aquello que sale de la norma. No se trata de una clasificación de víctimas en importantes y menos importantes, los medios no son historiadores, ni autoridades morales, ni jueces, tienen otra función. Igualmente, nosotros que vivimos y nos informamos, primordialmente, por medios de comunicación occidentales, sentimos mayor preocupación y empatía por lo cercano, lo que nos puede afectar, lo que conocemos; es normal, es humano.

Lo ocurrido el 13 de noviembre (13N) en París es mucho más que un acto terrorista, es una declaración y llamado a la guerra. Su objetivo no era, y no es, solo generar terror y atraer adeptos, como suelen ser los ataques terroristas tradicionales, sino llevar la guerra a distintas trincheras, globalizar el enfrentamiento, estamos ante nuevas formas de hacer la guerra. El EI se sabe inferior militarmente a las potencias que lo atacan, también sabe que su única oportunidad de alcanzar sus objetivos criminales de asesinar a todos aquellos contrarios a su pervertida idea religiosa es haciendo un llamado a sus seguidores a realizar actos como el de París. No hay reivindicaciones políticas, sociales o económicas como lo suele haber en otros actos terroristas, se trata de violencia criminal, violencia genocida. El 13N es un acto de guerra, un llamado a la multiplicación de atentados y las guerras civiles por todo occidente, una apuesta por elevar el conflicto. El mundo no fue el mismo después del 11S y no lo será después del 13N, aún desconocemos qué y cómo cambiará.

Los atentados presentaron un salto importante en la coordinación y capacidades (armas automáticas AK-47 y bombas), se parece más al 11S que al atentado contra el semanario Charlie Hebdo, ya no se trata de “lobos solitarios”. Incluso parte del plan era que una de las personas que se estalló fuera del Estadio de Francia, lo hiciera dentro, traía boleto para el partido. De haberlo conseguido, el atentado hubiera sido transmitido en vivo a casi todo el mundo que veía el partido entre las selecciones de Francia y Alemania, el golpe era brutal. El mensaje quedó claro: “su forma de vida no seguirá igual”, “la guerra no es solo en Medio oriente”.

Es central saber quiénes, cómo y por qué llevaron a cabo este atentado. Las opciones son tres, el atentado fue perpetrado por personas entrenadas y coordinadas por el EI en Siria o Irak, se trata de células que recibieron entrenamiento por parte del EI pero que actuaron de manera independiente o son grupos que simpatizan con el EI y actuaron por voluntad propia. Lo más probable es que se trate del segundo supuesto, las investigaciones que se llevan a cabo aclararán este punto.

Se pueden esperar varios escenarios. El miedo hará que los discursos nacionalistas, que ya preocupan en EUA y Europa, suban de tono y la ultra derecha gane más adeptos. El proyecto de fronteras abiertas de la Unión Europea se tambalea, el tema de seguridad hará que se incrementen las medidas de protección; la crisis de refugiados enfrenta su peor momento, varias voces se niegan a recibir refugiados sirios al representar una posible “amenaza”, difícilmente se entenderá que los refugiados huyen del mismo horror que ahora golpeó París; la discriminación contra población musulmana crecerá y hará más difícil su integración, alimentando un círculo vicioso en el que se aumenta la posibilidad de radicalización de parte de algunos de sus miembros; se dan los primeros pasos para retomar el falso debate entre seguridad vs libertades, la vigilancia por parte de los Estados crecerá, incluso en los medios digitales. La presencia más activa por parte de occidente en el conflicto sirio crecerá la tensión, ya preocupante hoy, que se tiene con Rusia, ambos enemigos del EI pero con distintos aliados.

Otro tema que ha generado mucha polémica es el uso de la fuerza. Sí, occidente es responsable histórico en esta región, desde la conformación de las actuales fronteras, fallidas en su mayoría, hasta la intromisión en exceso. Sin embargo, no es el único responsable del crecimiento del fundamentalismo, éste tiene sus propios canales y procesos históricos que llevan, dentro del islam, a que ciertos sectores minoritarios simpaticen con ideologías extremas, imposible hacer un análisis profundo de este tema en tan corto espacio. Evidentemente no se podrá acabar con el terrorismo a través de la fuerza, más bien esta favorece a grupos violentos, como cualquier otra ideología debe ser combatida con ideas, las ideas de libertades e igualdad de occidente, y hechos concretos que favorezcan la paz. Se debe trabajar a mediano y largo plazo en la integración de minorías en países occidentales, detener la violencia en los lugares en que se originan estos movimientos, se deben promover gobiernos sólidos, sociedades sin marginación, libertad de expresión y posibilidades reales de acceso a la información, niveles adecuados de educación y estado de derecho, entre muchas otras. Evidentemente esto toma mucho tiempo, ya vamos tarde.

Sin embargo, la violencia es necesaria para derrotar en su terreno a este grupo criminal. El conflicto en Siria va para 5 años, cientos de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados, mientras las potencias discuten y se pelean el tablero. Mucho se ha criticado la inacción de Naciones Unidas, particularmente el Consejo de Seguridad, por su pasividad. Han tolerado el uso de armas químicas y violaciones sistemáticas al derecho internacional humanitario. La obligación internacional se da en evitar conflictos y proteger la vida de las personas, eso no se podrá hacer si no se resuelven las diferencias entre occidente y Rusia, pero sea cualquiera el caso, se debe derrotar militarmente a este grupo, no hay alternativa. La violencia debe ser utilizada de manera racional y coordinada, lo realizado hasta hoy no presenta grandes avances.

Occidente enfrenta a sus propios demonios si en realidad pretende acabar con este tipo de violencia que parece ser la norma del Siglo XXI. Se ve obligado a replantear los modelos económicos y políticos, los actuales siguen generando, cada vez más, marginación y violencia. Es sabido que el EI se financia por la venta de petróleo, recibe o ha recibido apoyo de países sunitas poderosos (Arabia Saudita, Qatar y Emiratos), vende patrimonio cultural histórico (no solo se destruye, parte va al mercado de arqueología, legal e ilegal), ¿quiénes y por qué lo permiten? El mercado de armas sigue siendo un gran negocio, regulaciones estrictas a nivel internacional son necesarias, ¿están dispuestos a implementarlas? Es urgente reformar el Consejo de Seguridad, ¿se podrá restringir, en casos de violencia grave, el derecho de veto? ¿Podrán ampliarse los miembros del Consejo de Seguridad para representar de mejor manera el mundo actual? ¿Estarán dispuestos, global y regionalmente, a redefinir fronteras? Parece irremediable que esto ocurra en Medio oriente y partes de África. ¿Estarán dispuestos a renunciar a las multimillonarias sumas que manejan grupos criminales en los sectores formales? Recientemente en el G-20 se comprometieron a bloquear el dinero del terrorismo, ¿por qué no lo hacían desde antes?

En fin, París arroja más preguntas que respuestas. Occidente debe replantearse varios aspectos centrales de la forma en que ha venido operando, económica y políticamente, en las últimas décadas. Las respuestas podrán dar luz a lo que veremos en el Siglo XXI, de mientras la violencia continúa.

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