Por PAULA DURAN 19 de enero de 2017
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El presidente electo Donald Trump y su esposa Melania visitan el monumento a Abraham Lincoln en Washington este jueves. Credit Doug Mills/The New York Times
WASHINGTON — A pocas horas de que Donald Trump inicie su gestión como presidente número 45 de Estados Unidos, y a pesar del protagonismo que tuvo México durante su campaña, la volatilidad y la inexperiencia política del nuevo mandatario han llevado las expectativas de América Latina al mismo nivel que las del mundo entero: nadie sabe muy bien qué esperar de Trump ni qué resultará del choque entre sus pretensiones y la realidad.
Analistas y expertos consultados por The New York Times en Español coinciden al menos en un punto: es probable que nada cambie profundamente para la región en esta nueva etapa, pero el tono y la perspectiva de la relación entre América Latina y Estados Unidos no estarán marcados por las oportunidades, sino por las amenazas y la improvisación. Una particularidad que tendrá efectos concretos en países como México, uno de sus principales socios comerciales, donde cada rueda de prensa de Trump y hasta sus tuits han impactado en los mercados y han generado una caída histórica del peso mexicano frente al dólar.
Más allá de las múltiples promesas que el magnate de bienes raíces hizo en su campaña, el analista venezolano Moisés Naim sostiene que Trump se topará rápidamente con “el síndrome Guantánamo”, refiriéndose a que Obama luchó durante ocho años para cerrar la prisión en Cuba sin lograrlo: “Va a descubrir que cosas que a él le parecen obvias o que prometió en campaña no son posibles de hacer”.
Ricardo Ernst, profesor en la McDonough School of Business en Georgetown University, usa otra expresión para describir la misma expectativa: este presidente, dice, “podría ser caracterizado como un perro que ladra mucho pero que no necesariamente muerde”.
Aunque existe una preocupación compartida por la agresividad y la efervescencia del nuevo presidente, en términos generales Naim espera “más de lo mismo” de esta etapa, “pues la característica de la política de los presidentes y la Casa Blanca, de Washington en general hacia América Latina, es una de desdén amistoso”.
La región, dice, no compite ni siquiera como amenaza: “No tiene terroristas suicidas ni bombas atómicas, no tiene conflictos armados entre países, sus problemas no se irradian al resto del mundo como China, Europa, Irán. No logra calificar con sus problemas en la lista de los top ten”, y solo figura con asuntos de inmigración y drogas.
El gabinete designado por Trump, de hecho, será el primero desde la administración de Ronald Reagan en no incluir un solo latino entre sus miembros.
Una relación transaccional
Si América Latina no ha sido históricamente una región prioritaria para Estados Unidos, Trump parece haber descubierto los beneficios proselitistas de vapulear a los latinos sin tener que pagar un alto costo político: inició su campaña calificando a los mexicanos como “violadores y criminales”, dijo que iba deportar a más de tres millones de inmigrantes, atacó al TLCAN como “uno de los peores acuerdos probablemente firmados en cualquier lugar”, prometió construir un muro y hacer que México pague por él y aseguró que el primer día de su presidencia se saldría del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
Activistas latinos protestan en contra del muro que prometió construir Donald Trump frente a la Convención Republicana en julio de 2016. Credit Whitney Curtis para The New York Times
Para Peter Hakim, presidente emérito y senior fellow de The Dialogue, será interesante ver si Trump deja de usar a México como parte de su retórica teatral y accede a sentarse a conversar seriamente sobre los temas importantes: “Si me hubieran preguntado hace una semana, diría que sí. Pero últimamente creo que va a mantener el teatro y las declaraciones explosivas, porque le han dado gran resultado”.
Para los analistas parece claro que la relación entre Estados Unidos y América Latina no responderá al diseño de una política exterior específica, sino más bien a la resolución de problemas domésticos —como la migración y la protección de fronteras— y a un espíritu transaccional.
Un rasgo problemático de la relación entre Trump y América Latina es el aumento de la desconfianza, dice Eric Farnsworth, vicepresidente de Americas Society/Council of the Americas. Después de años de una relación complicada, Estados Unidos y México habían llegado a un entendimiento sano basado en la confianza y el buen desempeño como socios comerciales.
Tal como ha demostrado la caída del peso mexicano, que ha sufrido una devaluación de alrededor de un 40 por ciento desde que comenzó la campaña hasta hoy, “es un riesgo perder la confianza”, sostiene Farnsworth, quien cree que Colombia, otro país que ha sido buen socio de Estados Unidos en la región, podría empezar a tener dificultades según cómo se implementen los acuerdos de paz con las Farc.
Estados Unidos comercia con México un promedio de 500 mil millones de dólares anuales. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado en 1994, se convirtió en uno de los blancos de Trump, quien durante la campaña lo responsabilizó por la pérdida de trabajos en Estados Unidos y lo calificó como una victoria para México.
Aunque esta perspectiva difiere mucho de lo que viven los mexicanos, Ernst cree que el mundo actual exige una revisión del tratado, porque las condiciones sobre las cuales se firmó son muy distintas: “Independientemente de la dimensión política, ha llegado el momento de revaluar el tratado, para ver cuáles son las condiciones, motivaciones y necesidades del 2017”.
Aun así, para los analistas parece claro que la relación entre Estados Unidos y la región no responderá al diseño de una política exterior específica, sino más bien a la resolución de problemas domésticos —como la migración y la protección de fronteras— y a un espíritu transaccional que Trump ha hecho explícito también para el resto del mundo, basado en la pregunta “qué podemos ganar nosotros en esta relación”, como lo describe Farnsworth.
Dispararse en las piernas
Eduardo Velosa, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana de Bogotá, cree que la “reorganización” de América Latina y su nuevo “giro a la derecha” no representará incentivo alguno para el incremento o profundización de relaciones, al menos en el corto plazo. De hecho, algunos analistas ya han empezado a afirmar que este “vacío” que no aprovechará Estados Unidos sí será maximizado por China.
Ernst, por ejemplo, explica que si Trump insiste en salirse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), un tratado que incluye a 12 países y representa el 33 por ciento del PIB mundial, el que saldrá favorecido será China.
“Es un tratado que busca, por diseño, dejar afuera a China para contrarrestar la fuerza económica del país asiático”, señala, y también es la puerta de entrada para un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Europa. “Si estropeas el TPP, te disparaste en las piernas”, dice Ernst.
Las piñatas con la imagen de Donald Trump se volvieron muy populares en los barrios latinos de Estados Unidos, como este en el Mission District en California. Credit Justin Sullivan/Getty Images
La amenaza de salirse del TPP no sería la única forma de dispararse en las piernas que implican las promesas de Trump. Para Juan Carlos Hartasanchez Frenk, director sénior de Albright Stonebridge, una firma de consultoría de negocios en Washington, “un México más débil afecta a los Estados Unidos”. Si se aumenta el impuesto a las remesas, dice, los que más sufrirán el impacto son las familias pobres de México, “que si no tienen ingresos van a tener que buscar otras oportunidades y va a aumentar la migración”.
Por ahora, lo único que parece haber ganado Trump con sus amenazas a los latinos son votos, y por eso Naim cree que como mandatario “tiene que hacer la escenografía de la pared” para cumplir con la promesa del muro: “No se puede dar el lujo de no hacerlo pero no será la gran muralla china por miles de kilómetros. Y tendrá que seguir haciendo todos los ruidos sobre tarifas, compañía por compañía para tratar de persuadirlos, pero todo serán actos simbólicos”.
En México, donde los actos simbólicos de Trump ya se han convertido en una realidad para el bolsillo de los ciudadanos —y sus amenazas se toman como una afrenta personal—, todo el mundo tiene una opinión sobre la era por comenzar.
El lunes por la tarde, en la zona sur de Ciudad de México, el barrendero Rubén Fernández, de 46 años, se preguntaba cómo “un hombre tan culto, porque sí ha tenido una vida de millonario desde que nació, puede ser tan racista”. Aunque, a fin de cuentas, Fernández cree que el nuevo presidente de Estados Unidos será funcional al gobierno mexicano: “Con todo el teatro de Trump, pues pueden culparlo. Van a subir todo y le van a echar la culpa. Yo creo que con el gasolinazo, los de México ya estamos pagando el muro”, comentó y siguió con su trabajo en el Parque de los Venados.
Marina Franco colaboró con este reportaje desde Ciudad de México.
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