Miradas de reportero
* * Poco hemos mostrado qué podemos defendernos como gremio.
Rogelio Hernández López
SemMéxico. Cd. de México. 1 de mayo de 2017.- En los meses de marzo y abril de cada año fluyen los balances e informes sobre la situación de la libertad de expresión del mundo. Para México ya son más de 8 años que todos los diagnósticos reflejan una situación de muy mala a dantesca de la prensa y en particular de los periodistas. El 26 de abril, el informe anual de Reporteros sin Fronteras, otra vez confirmó todo eso de nuestro país que horroriza a observadores del mundo.
Entre pares sabemos que esa acumulación de agravios, desapariciones y asesinatos se explica también –aparte de la calaña de los agresores– en las seis grandes vulnerabilidades que padecemos una gran parte de los periodistas.
Una de estas seis debilidades es la falta de unidad, o dispersión extrema de las organizaciones de periodistas en México. Poco hemos mostrado qué podemos defendernos como gremio, o para construir fortalezas verdaderas para el ejercicio libre y seguro de nuestra profesión. Parece una maldición, una condena que hace parecer iluso o utópico a quien se atreva a proponer una sola organización nacional, o una federación o incluso una red de redes virtuales de periodistas aunque no sea de todas y todos, sino de los más iguales.
¿Es utopía?
Como todos sabemos, una utopía, como dicen que dijo Quevedo, significa un lugar, una sociedad o una meta que no existe ni existirá. Hay quien vulgariza tal categoría filosófica con un sueño de ilusos. ¿Será utópico insistir en que algún día se pueda construir en México un frente nacional, serio y confiable de periodistas que coincidan en la defensa y profesionalización permanente de su profesión y que contrarreste a los organismos de presión y convenencieros que pululan en el país? Todo indica que no es posible en el actual medio ambiente.
Pues, con todo y eso (acepto seguir siendo de los utópicos) sigo creyendo que se puede intentar nuevamente una entidad como la que construíamos centenares de reporteros en los años 70; la Unión de Periodistas Democráticos, con la misma intención pero con una estructura actualizada. Me explico:
En algunas semanas se conocerá una gran investigación, que además de un diagnóstico diferente a los conocidos reflejará la búsqueda de alternativas por otros senderos distintos a la protección cautelar. La está coordinando el doctor Raúl Trejo Delarbre para el Programa Universitario de Derechos Humanos del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Para ese trabajo, se me honró al solicitarme una reflexión que, quizá, tenga la calidad suficiente para incorporarse a ese esfuerzo que, estoy seguro será del más alto nivel.
El texto que entregué tiene una parte final poco sólida, porque, confieso, le faltaron propuestas maduradas porque hay poca elaboración al respecto y muy malas experiencias entre periodistas para poder tomarlas como pautas o posibles tendencias que enfrenten esa enorme vulnerabilidad de no contar con un organismo de periodistas que sea interlocutor efectivo de los gobernantes y o de nuestros empleadores.
El texto es el siguiente y espero que, colegas con la misma preocupación lo vean como un punto de partida para la discusión y algo iniciar experiencias en otros senderos.
Contra vulnerabilidad organizativa y profesional
No hay una sola organización profesional de periodistas que sea de alcance nacional. En todo el país, existen al menos 400 organizaciones de todo tipo, pero muy pocas profesionalizantes (oscilan de 8, en entidades pequeñas hasta 24 en las grandes, como el Estado de México).
Falta la investigación con metodología que confirme esta percepción empírica actualizada durante los 22 Talleres en regiones y entidades del país que realizamos capacitadores de la Casa de los Derechos de Periodistas.
En todos lados, las y los periodistas reconocen que la multiplicidad de organismos es atomización, vulnerabilidad.
Hay varias causas de esa multiplicación de organizaciones débiles: el tipo de régimen mercantil; el mercado de la noticia; la competencia a veces feroz; las malas prácticas de empleadores que incumplen leyes laborales; el sistema de conveniencias mutuas –que se hizo paradigma en todo el país– entre servidores públicos, medios y de periodistas que aceptan publicidad o dadivas a cambio de quitar filo a informaciones o apoyar lo oficial o hacer silencio.
Esta debilidad sólo pueden enfrentarla los propios periodistas pero en un clima (totalmente distinto al actual) de respeto a su labor social, de reconocimiento jurídico como profesionistas, un medio ambiente diferente que ofrezca seguridad en el ejercicio y opciones para el desarrollo profesionalista, que incluya fomento para su organización colegiada.
Hay condiciones para construir una agenda común entre ciertos segmentos de periodistas, pero las iniciativas y acciones no provienen de un solo polo. Como en otros gremios hay reacciones unitarias cuando las agresiones son demasiado virulentas. Esa reacción ha sido la más recurrente en los últimos años y ha ido creando núcleos o redes de enojadas y enojados que permanecen sólo temporadas.
Habría que madurar una iniciativa entre periodistas y algunas de sus organizaciones con mayor credibilidad para convocar a una o varias reuniones cumbres donde se discuta la construcción de una agenda un poco más ambiciosa a la autoprotección.
Esa agenda es posible si se conjuntan las demandas y pautas de solución a la crisis de inseguridad, que han sido lo más recurrentes estos años. Los ejes más visibilizados son los cuatro programas que se proponen para reducir nuestras vulnerabilidades principales. El punto de partida pueden ser las formas organizativas más practicadas en los años recientes. Son:
Redes de reacción rápida ante agresiones; redes para la autoprotección; redes para la promoción de las demandas más sentidas y urgentes. (Ese tipo de redes ya existen en prácticamente todas las entidades).
La utopía, agrego ahora, podría tornarse en camino viable si se lograse vincular todas esas redes en una sola agenda. El ciclo maldito seguirá si tras de cada agresión seguimos lamentándonos y protestando unos cuantos en las calles.
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