El poder es como el canto de la sirenas de Ulises en su regreso a Ítaca. Fue necesario amarrarse a un mástil y taparle los oídos a sus compañeros para poder escuchar el precioso canto. Haciendo un paralelismo, el mástil es aquello que sostiene a una personalidad y a un individuo, bien podríamos hablar de su educación, su formación, aquello que lo hará dudar y ponerse a pensar sobre cualquier decisión o plan a seguir. Pero aquellos que no podrán pensar todo el tiempo, porque el poder merma la capacidad de pensar; para eso están los compañeros de viaje, aquellos que estarán a su lado para llevarlo de la mano, ellos tendrán que taparse los oídos con cera para poder remar sin escuchar cosas que los distraigan de su cabal labor, el pensar.
El poder se padece, así como también tiene que ejercerse, dicen algunos, pero el poder, no es el someter a los demás, el poder es tener una gran capacidad, saber dar las órdenes y que esas órdenes se cumplan, pero cuando se cumplan sean órdenes necesarias y precisas. Algo que perdure, que ayude en algo. Saber ejercer el poder es tan difícil, tendríamos que compadecernos de ellos cuando no lo hacen bien, ya que el poder cobra caro. Imaginemos a un gobernador o un presidente de la República, que bien puede pedir, por ley, que todos caminemos con las manos y veamos el mundo al revés, o es posible que nos cobren impuestos por tener ventanas en nuestras casas. pero sabemos que al pensar que pueden ordenar todo, u obtenerlo todo. También pueden pensar que no son humanos, que ni las balas les harán daño, ni la muerte se llevara a los amigos.
Por eso creemos que el poder realmente lo llegan a disfrutar aquellos que tienen una gran capacidad, aquellos que saben que el mundo se compone de muchas cosas, de muchos ingredientes, no sólo de una cosa. Que hay muchas voces en el mundo que logran armonizar y ninguna sobra.
Si Dios creo el mundo, fue porque era alguien que tenía un poder absoluto. Entonces, desde ese momento ya había un ser que tomo decisiones, pero es posible que para estos tiempos, no sepamos si sus órdenes fueron precisas y necesarias.
Jesús Rito García
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