Lectoras , lectores, bienvenidos a este lunático espacio.
Una de estas mañanas, antes de tomar carretera encendí la radio y comencé a escuchar música infantil, “El comal y la olla” de Francisco Gabilondo Soler. Agradecida por no escuchar la voz de algún locutor dando cuenta de la noticia del día, decidí subir el volumen y cantar a la par del añorado Cri Cri .
A medida que interpretaba la melodía iba analizando la letra de la canción…El Comal le dijo a la Olla: «Oye Olla, oye, oye! si te has creído que yo soy recargadera búscate a otro que te apoye». La frase me sonó fuerte y la que sigue más: Y la Olla se volvió hacia el primero: «Peladote, majadero! es que estoy en el hervor de los frijoles y ni animas que deje para asté todo el brasero».
La canción siguió su curso y yo ya no canté ,no recordé como hacerlo sin detenerme a reflexionar sobre el contenido de la misma, no pude ser la niña que alguna vez disfrutó pensando que adentro de esa caja negra (tocadiscos) había un comal platicando con una olla como buenos amigos. Pero ¿cómo podrían serlo cuando se escuchaba tal conversación? :El Comal le dijo a la Olla: «No se arrime, fuchi, fuchi! Se lo he dicho a mañana, tarde y noche y no hay modo que me escuche”.
La carga de violencia verbal y psicológica se hizo presente otra vez cuando el comal le dijo a la olla: «Que dijistes? Ya estás vieja! Si no puedes con la sopa de quelites mucho menos con lentejas » y, cuando supongo la ofendida agrediría con otra frase no menos ofensiva la señal se perdió y lo agradecí.
Recordé entonces con nostalgia herida el número de veces que debo haber cantado con Cri Cri tal canción sin detenerme en el diálogo violento entre ambos objetos. Sin embargo, aunque no me es grato darle esta lectura a las canciones de Soler, particularmente a la referida, he de apuntar que con el lenguaje y las palabras hemos de ser prudentes, mesurados y precavidos, porque si bien se podrá decir que no hay malas palabras, si estamos poblados de malas intenciones.
Hay palabras dulces, tiernas, fuertes, tristes, amorosas. Palabras que duelen , que alegran el espíritu, que enamoran, que están allí para dejarse atrapar, depende de cada uno el uso e intencionalidad que se les dé. Los signos de la sociedad actual dan cuenta de actos y actitudes agresivas, violentas donde no siempre lo que daña son las armas, en muchas ocasiones la palabra puede ser el instrumento más letal. Por ello es que hay que ser selectivos, cuidadosos y por qué no, generosos con lo que expresamos a través de la oralidad y la escritura.
Sé o quiero suponer que don Gabilondo no escribió el texto para generar tal reflexión, sus canciones fueron sin duda: arrullo, juego, fantasía y baile para diversas generaciones de infantes, el hecho es hoy amanecí menos niña que ayer. Y colorado colorín este escrito llegó a su fin.
María de los Ángeles Martínez Romero Docente de profesión, amante de las letras por vocación. maestreta@gmail.com
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