Las otras manos en el feminicidio

Luna decreciente, menguante. Así se mira la luna en estos días, es su fase natural, pero tal vez también sea el reflejo de lo que alcanza a mirar bajo su luz.

Saludo a quienes coincidimos en este espacio y dejo mis palabras en este texto.

Las otras manos en el feminicidio.

Las manos que ejecutan sólo son el último eslabón de la  cadena, son las que se tiñen de rojo, las que clavan el puñal, las que jalan el gatillo, las que atestan de golpes. Esas son las que serán condenadas, pero… ¿y las otras manos?

Quizá resulte inconcebible buscarlas en las amorosas manos de una madre o de una hermana, tal vez no levante sospecha la mano en alto de un padre, y nadie voltee la mirada a las manos del maestro o maestra, ni a las manos invisibles detrás de los anuncios comerciales plagados de negativos estereotipos femeninos. Cómo ver esas manos en las letras de canciones con sesgo machista y en quienes invisibilizan a la mujer a través del lenguaje .

Todas ellas parecerían ajenas al feminicidio. La pregunta a responder entonces es:  ¿cuándo, cómo, por qué esas manos?

Cuándo? Cuando esas manos- las otras- no supieron guiar, orientar, hacer respetar. Cuando no se  educó en coparticipación, en equidad de género. Cuando con el ejemplo se predicó que a la mujer se le puede golpear, hacer callar, ridiculizar, exhibir, discriminar, nulificar.

Cómo? Permitiendo prácticas que ponen en desventaja a la mujer por el sólo hecho de serlo. Lavar la ropa, los trastes, barrer, cocinar, arreglar camas y otros menesteres del hogar han sido tareas exclusivas del género femenino precisamente porque otra mujer así lo ha dictado, así lo ha reproducido y ha generado hijos varones con rasgos machistas, quienes han aprendido a ver a la mujer como un objeto para satisfacer sus elementales necesidades.

Prácticas similares se reproducen en las instituciones escolares al hacer constante la diferencia entre niños y niñas. Al momento de los juegos deportivos :fut bol para niños, voleibol para niñas; al realizar el aseo del aula: las niñas barren, los niños jalan las bancas; en los momentos de ocio: la cancha para los niños, las niñas donde encuentren un lugar, sólo por señalar algunas de ellas.

Y qué decir de esa manos que se han levantado para callar de un golpe la voz femenina. Esa mano que truena los dedos para que se le obedezca, la que limpia las lágrimas del hijo varón bajo amenaza de que si llora “es vieja”. La mano que oprime el corazón con sus golpes y gritos a la esposa, a la hija. La que pone una pistola o un rifle de juguete en las manos de su hijo para que se enseñe a ser “hombre”.

Por eso, y por todo lo que se me escapa, las otras manos comparten responsabilidad y culpa. Detrás de un agresor, siempre hay una historia de palabras, de actos y situaciones que le hicieron creer que la única forma de dirigirse a una mujer, de acercarse a ella, es a través de los gritos, las amenazas y los golpes.

Cierro este espacio dejando un virtual abrazo y un fragmento de la canción “Lo que Ana ve” de Revólver. Hasta el próximo encuentro, espero, con una nueva luna.

Ana tiene un mensaje pintado de azul en el ojo derecho Ana tiene un mal día grabado en los labios partidos, por cierto Ana tiene un secreto que no sabe nadie aunque no es un secreto Y un día cualquiera es el último día, y un día de estos.

María de los Ángeles Martínez Romero De profesión docente, de vocación amante de las letras.

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