Con una luna que nadie ve pero todos sabemos que allí está…

Por fin llegaron las lluvias y con ellas su ambivalente significado. Mientras para  un sector de la población es sinónimo de desastre y lamentación, para otros es motivo de colorida alegría y felicidad. Ah, la felicidad, quiero detenerme en esta combinación de cuatro sílabas que puede ser abordada desde la filosofía y psicología positivista hasta la sociología y la antropología. Se dice de ella que es un estado mental, que es subjetiva, que está relacionada con las emociones y por ello no es permanente.

La palabra por sí misma es un anhelo, es volátil y es una meta en tanto la humanidad se esfuerza por alcanzarla para lograr -se nos ha dicho- una paz interna, un equilibrio con el entorno , un estado de seguridad y confort.

Por todas esas aristas de la llamada felicidad es que me causó desconcierto el anuncio que hace unos días hizo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos  (OCDE) apuntando cifras sobre la felicidad de los países agrupados en ella. El informe cita que los mexicanos somos los que decimos ser y sentir mas felicidad con y en nuestra vida. Si, nosotros los mexicanos y por ende las mexicanas, los que ocupamos los más altos índices en corrupción, inseguridad, feminicidios y secuestros por citar algunos; y los más bajos en educación, respeto a los derechos humanos e ingreso per capita por señalar los más relevantes.

Tal dato me resulta cuestionable, no porque dude de la gran capacidad de los mexicanos de sentir felicidad –cadaquiensuluna- ante un panorama de un país que ofrece pocos elementos para sentirla, para ser plena y llanamente felices. Sino por las consecuencias que de esto se derive.

Las cifras -que no se realmente cómo se sustentan- dan cuenta de mexicanos (sin grito de guerra) que no dejan de ser felices tan sólo porque cada mes suben de precio la gasolina y el gas , cada tercer día nos anuncian un nuevo fraude cometido por la clase política que nos gobierna y cada día se inaugure con un reporte que sólo varía en cifras de asesinatos, violaciones, asalto a mano armada, desapariciones forzadas, alza a los precios y un largo etcétera.

Los mexicanos tenemos mucho más que eso para dejar de ser felices, dice el informe que hay más acciones y momentos positivos en nuestra vidas y son los que nos llevan a alcanzar la felicidad, aunque ésta sea subjetiva y volátil. Por algo los mexicanos somos bullangueros, nobles, “chambeadores”, resistentes al dolor, solidarios, apasionados y aficionados, inmunes al desengaño y con una memoria que para este caso ayuda.

Lo relevante para mí, es que a partir de estos datos nuestra clase política se regocije de tal logro, la felicidad de un país entero secuestrado pero feliz, violentado pero feliz, pobre e inculto pero muy feliz. Buen trabajo el de ellos y el del duopolio televisivo. De mucho han servido las largas jornadas laborales y la programación de ambas cadenas si al final del día, ante el agotamiento y los programas de chistes, las telenovelas y el futbol, el mexicano sonríe, es feliz.

Las palabras comienzan a escabullirse, es momento de cerrar este espacio para ir en busca de la Plenitud, que es el justo equilibrio entre el bienser y el bienestar, más duradera que la felicidad y con mayor compromiso personal y con el entorno. Acompaña la despedida una reflexión de la Cultura Aymara:

El Suma Qamaña (vivir y convivir bien) es el ideal buscado por el hombre y la mujer andina, traducido como la plenitud de la vida, el bienestar social, económico y político que los pueblos anhelan. El desarrollo pleno de los pueblos.

María Eugenia Choque Quispe (2006). Centro de Estudios Multidisciplinarios Aymara, Bolivia.

 

 

María de los Ángeles Martínez Romero.

De profesión docente, de vocación amante de las letras.

maestreta@gmail.com

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