Más de 11 mil gargantas corean su nombre y Lila Downs les devuelve su guetza en canciones

La Octava del Lunes del Cerro pareció adelantarse la noche del viernes 26, cuando más de 11 mil gargantas corearon el nombre de Lila Downs, y una gran ola cimbró el auditorio del cerro del Fortín para recibir de la cantante su guetza (cooperación entre los indígenas zapotecas) cristalizada en 22 temas tradicionales oaxaqueños y mexicanos, donde se mezclan el jazz, el blues, el bolero y la cumbia.

El concierto había comenzado a las 20:00 horas en punto, cuando los zancudos de Santa Cruz y Tlahuitoltepec aparecieron en el auditorio Guelaguetza para cobijar a Lila, quien saludó diciendo que venía a entregar su guetza a un público que había venido a hacer lo mismo a través de sus aplausos.

“Mezcalito” fue la primera de sus interpretaciones y luego acompañada de integrantes de la Casa de la Cultura de Ciudad Ixtepec, que aparecieron con sus huipiles de gala, entonó la canción de amor de Andrés Henestrosa a su madre: “La Martiniana”. Había arribado al escenario con una canasta enflorada de las Chinas oaxaqueñas con la imagen de la Virgen de La Soledad.

Las raíces africanas, indígenas y españolas que se mezclan en el sotavento veracruzano la llevó a zapatear “La Bamba” y “La Iguana”, antes de internarse en las canciones de desamor de José Alfredo y Cuco Sánchez, “Que no somos iguales” y “Fallaste Corazón”, así como el son jalisciense “La madrugada”.

Mientras Lila cantaba, subía y bajaba del escenario para estar más cerca del público, hacían presencia los integrantes de la Danza de la Pluma de La Trinidad, Zaachila, al igual que la Delegación oficial de Ejutla de Crespo, de Abelardo Ramírez, que lucha todavía por integrarse a la Octava de la Guelaguetza. Con estos últimos cantó los versos del jarabe ejuteco, mientras los bailarines entusiasmaban al público al grito de: “¡Ya llegaron los de Ejutla!”.

Un momento solemne fue la presentación del conjunto infantil de coros y cuerdas de los niños triquis, quienes dirigidos por Fausto Sandoval, vinieron a ayudarle a su hermana Lila con “la canción de lo sagrado del monte”, en lengua triqui, y otra que traducida al español exclama: “Estás muy mujer, estás muy hermosa”.

Antes de cantar “La cumbia del mole” (…“dicen que en la fiesta, torito se ha de quemar”…), ataviada con mandil de molendera, y levantar a las 11 mil personas de sus duros asientos para moverse al ritmo de la música; se asomó al bohemio mundo de Álvaro Carrillo con “El andariego”. Para entonces Lila había cambiado dos veces de ropa; de la falda amarilla chillante a una blanca con vivos negros y rebozo que cubría por momentos sus largas trenzas.

Quizá muchos no sepan que su versión de “Paloma Negra”, variante singular a la de Lola Beltrán, que convidó a los presentes, le granjeó ser nombrada sucesora de Chabela Vargas en el 2006, en una ceremonia en la que se le rindió homenaje a la desparecida costarricense.

De su disco “Pecados y milagros” que ya se hizo merecedor de un Disco de Platino en el 2012, al igual que Una sangre (Grammy Latino 2004),  interpretó varios temas a la concurrencia como “Arenita azul” y “El corrido de Tacha”, “La Teibolera”, mientras en las pantallas gigantes se exhibían los ex votos de Alfredo Vilchis, y otros pintores como Daniel Lezama, Doctor Lakra y Daniel Guzmán.

Antes de un largo encore para completar dos horas exactas que duró su concierto en el Auditorio Guelaguetza, la artista agradeció la presencia del público y quebrada su voz lanzó un ¡Viva Oaxaca! Había hecho el breve comentario de que en la entidad no siempre han estado las cosas como ahora, por lo que “nos queda el reto de aprender de las lecciones”.

Acaso pasaban por su cabeza tiempos de frustración, no tan lejanos, cuando Lila no podía dar conciertos en su propia tierra por haberse manifestado en el 2006 al lado de sus amigos y paisanos para que hubiera cambios en Oaxaca.

Estas palabras, más su actitud de tratar con hondo respeto a los danzantes regionales que la acompañaron, es señal inequívoca de que la cantante oaxaqueña- estadounidense interpreta y compone canciones con un sentido social, refrendando lo que han dicho los críticos: su preocupación por la identidad, la justicia y la espiritualidad de su pueblo.

Después de dos horas y ante un auditorio que no dejaba de celebrar sus melodías como “La Llorona”, “Pinotepa Nacional”, “El Feo”, “Naila”, “La Llorona” y “Dios Nunca Muere”, (con la versión romántica que no obliga a los asistentes a levantarse de sus asientos), la audición de Lila terminó en medio de una gran algarabía y un fandango popular de todos los participantes en el entarimado, incluyendo sus músicos, la banda oaxaqueña “Tierra Mojada”, su esposo Paul Cohen y el hijo de ambos, Benito, nombre inspirado acaso en el insigne Benemérito de las Américas a quien Lila profesa especial respeto.

Después de las 22:00 horas, el concierto era un grato recuerdo y Lila seguía tomándose fotos con sus seguidores, muchos de los cuales abandonaron satisfechos el auditorio para regresar a casa, bien en vehículos o bajando los 201 escalones que separan a la calle de Crespo con el cerro del Fortín, donde sigue respirándose todavía el ambiente de los Lunes del Cerro.

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