Palabra de Antígona
Patricia Mercado: Secretaria del Trabajo en el DF
Por Sara Lovera
En el Distrito Federal las mujeres somos el 45 por ciento de la fuerza de trabajo, de la creación de riqueza; responsables del 58 por ciento del ingreso familiar, las que vivimos un permanente doble esfuerzo porque en la vida cotidiana, somos las mujeres, las todavía encargadas únicas por asignación social e histórica del cuidado de otras y otros, de la infancia, de las personas mayores y/o enfermas.
Las mujeres somos también las que realizamos las tareas menos reconocidas y las más mal pagadas frente a los hombres y en la capital del país todavía recibimos remuneraciones hasta 14 por ciento menores que los hombres. Estamos en esas labores precarias y todavía sin suficientes instrumentos para enfrentar todos los trabajos, lo que nos coloca, sistemáticamente, en un escalón social y económico abajo.
Evidentemente enfrentar esta realidad requiere de un propósito y una decisión de gobierno sin cristalizar en el país, pero tampoco en el Distrito Federal. Se ha dejado atrás el compromiso de las políticas públicas que observen la urgente necesidad de la igualdad y los mismos derechos; de la participación equitativa en todos los terrenos. No se veía hasta hace tres días ninguna intención para buscar dicho equilibrio.
Por ello es quizá tan trascendente que haya sido nombrada en la Secretaría de Trabajo y Fomento del Empleo del Distrito Federal, Patricia Mercado Castro, que si bien hizo estudios de Economía en la UNAM, como dice el boletín del gobierno, Patricia Mercado viene del corazón de la lucha obrera, con una perspectiva comprometida con las mujeres, es decir, con esa parte de la humanidad que todavía muchas personas piensan que no merecen.
El jefe de gobierno, Miguel Mancera, ha tomado una decisión sorpresiva, porque no habrá un cambio sustantivo si las mujeres no reciben justicia salarial, de reconocimiento e igualdad, en una ciudad que ha sido crisol de los derechos femeninos y por tanto ejemplo de la búsqueda de la democracia y la igualdad, para mujeres y hombres. La designación de Patricia Mercado es mucho más que un guiño. Es decirnos que ahora sí habrá políticas públicas reales para este sector de la población femenina: las trabajadoras, una mayoría de ellas madres, con problemas de exclusión social, profesionistas, comerciantes, emprendedoras, creadoras de riqueza, inteligencias desperdiciadas…
¿Y es qué somos dogmáticas? Para nada. El valor del trabajo y la productividad, del trabajo decente, de la comprensión de las pérdidas que significa la muerte materna, el aborto en malas condiciones, la humillación y la violencia contra las mujeres, va todo junto y en eso la nueva titular es experta. Ahora probará cuánto puede desarrollar lo que ha sostenido durante más de dos décadas, porque nunca dejó de hacer política.
Luego de ser impulsora de dos partidos políticos con la convicción de que “los políticos de siempre” no entendían la aportación de las mujeres; de ser la candidata presidencial más votada hasta 2006; hostigada una y otra vez por los hombres que fueron convidados a estas experiencias en el juego de la política real, en 2007, sostuvo: “Estoy convencida que es posible hacer política desde otro lugar: el de la vida cotidiana, el de la ciudadanía que ve violados sus derechos, que se siente impotente ante la ineficacia de los gobiernos, ante la impunidad de los delincuentes, ante el fraude educativo, ante la imposibilidad de salir de la pobreza, ante la discriminación”.
Militante desde muy joven en el Partido Revolucionario de las y los Trabajadores, originaria de Obregón, Sonora, feminista, impulsora con otras muchas mujeres de muchas iniciativas a favor de una democracia incluyente, ejerciendo esa otra política desde las mujeres y con las mujeres, probó una y otra vez, que el diálogo y las alianzas son elementos supremos de la democracia. Todavía en octubre, durante el Encuentro Nacional Feminista, sin renunciar jamás a la estrategia que nos hemos dado las mujeres, veía en esos valores el camino a la igualdad sustantiva donde las leyes a favor de la mitad del mundo, sean una realidad cotidiana. Acababa de anunciarse la paridad en el sistema electoral federal.
¿Cómo? Trabajando juntas las mujeres. Durante los años posteriores a su candidatura presidencial, desde el partido socialdemócrata, se fue a propiciar el liderazgo femenino. Debe haber caminado por todo el país, dando elementos a muchas mujeres para participar en política, sobre la base del principio rector de la economía y el trabajo, que fueron las dos coordenadas de la estrategia del proyecto SUMA, una iniciativa para el fortalecimiento político y económico de las mujeres, que encabezó: las mujeres con poder, sí, pero electoral y productivo.
La conocí hace varias décadas en un encuentro de mujeres trabajadoras. Ella desempeñaba una labor estratégica en la empresa Dina-Renault (ya desaparecida), porque entonces se vivían las postrimerías de la economía mexicana en ascenso, se anunciaban cambios en los procesos productivos y el declive de las organizaciones tradicionales de las y los trabajadores.
Se entrenó en esas lides, desde una postura feminista. Luego participó en las primeras acciones que desde esta capital progresista, llamaron la atención sobre el duro y difícil trabajo de las mujeres en las empresas maquiladoras de exportación, allá en el norte del país. Ahí nació MUTUAC, cuyo nombre público fue Mujeres en Acción Sindical.
Más tarde, fue una de las activistas que impulsó el primer sindicato no “charro” de las trabajadoras de la confección. Las costureras, quienes sufrían niveles de explotación inadmisibles encontraron un halo de esperanza y se organizaron, demandaron y pusieron un olvidado y fantástico ejemplo a su clase. Ahí estaba Patricia Mercado, al pie de fábrica, en las negociaciones laborales de un puñado de empresarios mediocres y tramposos que no querían indemnizar a quienes, por efectos del terremoto de 1985, se habían quedado a la intemperie.
Luego con muchas otras, entre ellas la hoy diputada Elena Tapia, participó en la creación de una de las primeras asociaciones políticas nacionales con perspectiva de género, se diría hoy, llamada Diversa. Trabajó en la fase más difícil de Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) desde donde se consiguió, tras mucho trabajo y alianzas, el derecho a la interrupción legal del embarazo en el Distrito Federal. Su ficha curricular es muy amplia, su desempeño nacional e internacional también; su experiencia en la construcción del feminismo mexicano buscando lo posible, lo que se puede contar, inmenso.
Sus principales cualidades: el diálogo, la búsqueda de la democracia y las reformas, su oposición al dogma, al no se puede, le ha conferido reconocimientos y rechazos. Está en el dintel de una nueva historia. Miguel Mancera dio en el clavo.
saraloveralopez@gmail.com
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