Por Víctor Ballinas y Andrea Becerril
México, DF. En el Senado, migrantes salvadoreños, hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses expusieron su dolor, angustia, sufrimiento y el terror que viven al cruzar por México en su camino hacia Estados Unidos.
Ante los senadores Mariana Gómez del Campo, del PAN; Dolores Padierna y Zoe Robledo, del PRD, los migrantes demandaron seguridad humana.
Presentaron testimonios desgarradores, como los definió la propia senadora panista. Emerson Javier Arias de Honduras sostuvo en el Senado: “quiero compartir lo que sucedió en el tren de Tenosique a Coatzacoalcos, se suben muchos maras a robarnos las pertenencias. ‘Lo más picante’ fue el trayecto de la Chontalpa a Coatzacoalcos, suben pandilleros y antes de entrar a Coatza, el tren se para. Los maquinistas se prestan, se venden a los pandilleros. Se suben a robarnos”.
“En el tren iba un niño de doce años, los pandilleros lo agarraron y le dispararon dos tiros en la cabeza. No les bastó matarlo, se bajaron, lo decapitaron y lo partieron en dos, le abrieron su estómago… ¿cómo es posible que esto esté pasando?”.
Paola Melisa Quiñones, hondureña de 21 años, con voz entrecortada narró su calvario: “soy madre soltera. Me tocó migrar por no tenerle nada qué ofrecer a mis hijas… en el tren nos tocó vivir la triste experiencia. Los niños y nosotras la mujeres ,tenemos que aguantar el hambre, el frío y el sol… y Migración sólo nos quiere dar una visa cuando somos violadas, no es justo que una mujer tenga que ser violada por res o cuatro hombres para que nos den una visa humanitaria, cómo pagar el dolor que esa madre sintió al ser ultrajada. La visa es como darle un dulce”.
Jefry Hader Madariaga contó su historia: “lo único que pido es seguridad, yo venía en el tren de Tenosique, en un vagón con una familia que tenía dos niñas, eran como las dos de la mañana cuando nos salieron Los Zetas, el tren se detuvo y los ellos se subieron. Los Zetas violaron a las dos niñas, primero a una luego a la otra. El padre clamaba que eso que le estaban haciendo a las niñas mejor se lo hicieran a él. Como el padre reclamaba lo mataron. La madre lloraba y clamó déjenle de hacerle tantas cosas a mi hijas, Los Zetas se enojaron y la mataron y luego mataron a las niñas. Las tiraron del tren. Yo venía con mi primo. A la familia ya muerta se las llevaron, los desaparecieron”.
El hondureño continuó su relato: “Les voy a contar qué pasa con la seguridad. Somos migrantes que no podemos venir en autobús. El tren no pudo salir de Coatzacoalcos, los maras mataron a un maquinista y había doce maquinistas presos porque también mataron a migrantes. Mi primo y yo decidimos agarrar la ruta de Tuxtla a Arriaga, Migración nos persiguió en un coche y a mi primo lo arrollaron, quedó casi muerto, Por qué, si no somos ladrones, no somos criminales, no es justo que andemos huyendo como animales. A mi primo lo deportaron y quedó inválido”.
Otros migrantes también manifestaron sus testimonio del horror, que dijeron, nunca pensaron vivir en México, “sufrimos hambre, dolor, discriminación, nos violan, nos asaltan, todos, la policía, los pandilleros,los taxistas, los choferes de las combis, en los hoteles, restaurantes, siempre nos cobran el doble de los productos que compramos. Si pagamos con un billete grande no nos dan el cambio”.
La demanda generalizada de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos en el Senado fue: “queremos seguridad humana… trato digno, no somos animales”.
Los migrantes llegaron al Senado acompañados por el padre Alejandro Solalinde al encuentro: A Favor de una Migración con Rostro Humano.
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