Por Gabriela Romero y Josefina Quintero
Alrededor de una veintena de los jóvenes detenidos en la manifestación del 1° de diciembre increparon al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa, en el momento en que hacía uso de la palabra con motivo del informe de actividades de la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del DF, Perla Gómez.
Subiéndose a la sillas, los jóvenes extendieron cartulinas en las que se acusaba a esta administración de represora. “Regente represor”, “Libertad a presos políticos” eran algunas de las consignas que se podían leer en estas.
Una joven, que se identificó como Gisela, se subió al templete colocándose al lado del mandatario capitalino, extendiendo una cartulina de color rojo en la que se leía: “Protestar no es delito, reprimir sí”. De una esquina salió volando una botella de agua que cayó a escasos centímetros de Mancera Espinosa. Mientras los gritos de “represor represor” se hacían más intensos.
Personal de seguridad del Gobierno del DF trataron inútilmente de convencer a la joven de que bajara del templete. Por lo que el mandatario capitalino salió del lugar por la puerta de emergencia del Auditorio Digna Ochoa, de la sede de la CDHDF, seguido por el secretario de Seguridad Pública, Jesús Rodríguez Almeida, del procurador Rodolfo Ríos Garza, y del secretario de Gobierno, Héctor Serrano, entre otros.
Pese a que ya no había servidores públicos, los jóvenes continuaron con su protesta para dejar en claro “que protestar no es un delito” y se sintieron satisfechos “de haber echado abajo, por lo menos, el informe” de la CDHDF.
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